miércoles, 4 de febrero de 2015

Una Pareja Dispareja


Es bien conocida en el ámbito “Psi” la dupla histeria-obsesión, no solamente por que conforma una de las configuraciones de relaciones de pareja más comúnes, si no también, debido a que por sus características estructurales de personalidad, estas dos estructuras (neurosis obsesiva y neurosis histérica) parecen de algún modo complementarse, y debido a esto, este tipo de parejas han sido denominadas por los psicoanalistas como la “pareja ideal”.

Si bien cada persona es un ser único, existen características de personalidad que les son comunes dependiendo de la estructura de personalidad (psíquica) a la que correspondan.

En la personalidad histérica, encontramos dentro de sus características más comunes, el lugar dónde se posicionan en su discurso, este lugar siempre será una posición en la cuál, sean víctimas de los avatares ajenos, les resulta particularmente difícil adoptar una posición en la cual puedan tomar responsabilidad dentro de lo que les acontece, tienden a poner el acento en los demás, es por culpa “del otro” que tal o cual cosa sucede. Freud acerca de esto dice que la histérica (para estos años todavía se circunscribía la histeria solamente al sexo femenino, mas tarde se descubrió que también se presenta en el sexo masculino) es “el alma bella” (concepto tomado de la dialéctica de la autonconsciencia que plantea Hegel, tendría que ver con el alma bella que proyecta su propio desorden sobre el mundo), alma bella libre de todo defecto.

Otra particularidad de la personalidad histérica es la queja, la persona histérica se queja y su queja se formula como diciendo: “tú (el otro) tienes eso que yo quiero, tú sabes lo que quiero y decides deliberadamente no dármelo” (al menos en un plano inconsciente). Ésta queja se presenta de modo constante y expresa una eterna insatisfacción que angustia al sujeto que la emite. En verdad, lo que se esconde detrás de ese pedido, como se trata de toda demanda, es una demanda de amor. Eso que pide -que no es lo que desea- quiere que no se lo den para así mantener esa dinámica funcionando. De este modo, sostiene el deseo insatisfecho para mantener vivo el deseo del otro y también el propio.

La personalidad histérica se encuentra muy conectada al plano de las emociones y sentimientos, por lo cual es común, que las reacciones de estas personas tengan un tono a veces dramático o teatral, que muestren gran exaltación en una discusión, o en algún momento de angustia. También se encuentran muy conectados al plano corporal, por esto es que cuando presenta algún síntoma(conflicto psicológico), no sabe exactamente qué sucede, a qué se debe, siente angustia pero no sabe a que se debe, muchas veces ni siquiera siente esta angustia, la cual se traduce en inervaciones somáticas. En la época en la que Freud investigo la personalidad histérica, se encontraba históricamente, en plena sociedad victoriana, la cual era muy represiva y se caracterizó por una moralidad profundamente conservadora, que promovía un estricto puritanismo sexual. Todo lo que se vinculaba con la sexualidad era altamente reprimido, conformando un tabú social. Partiendo de la base de que somos seres sexuales y sexuados, los síntomas histéricos en esta época eran tan alevosos como una parálisis, vómitos, ceguera, sordomudez, amnesia, sin ninguna explicación orgánica, hoy en día gracias a que vivimos en una sociedad más flexible y de mente un poco mas abierta, los síntomas histéricos corporales no se presentan con esta magnitud.

En cuanto a personalidad obsesiva, ésta se caracteriza por una moral muy severa, lo cual los convierte en víctimas de la culpa, esta moral es tan estricta que ante cualquier trasgresión a la misma por más mínima que esta fuere, aflora el sentimiento de culpa, que genera angustia.

Si en la histeria hay una conexión con las emociones, sentimientos y con el cuerpo; en la obsesión la conexión se establece en el orden del pensamiento, son personas intelectuales, racionalizan, reflexionan, piensan, sus síntomas se presentan en el orden del pensamiento, y en el orden de las acciones (higiene, prolijidad excesivas),  son personalidades muy criticas y exigentes, “es como un asunto privado del enfermo, renuncia casi por completo a manifestarse en el cuerpo y crea todos sus síntomas en el ámbito del alma”.

“la neurosis obsesiva se exterioriza del siguiente modo: los enfermos son ocupados por pensamientos que en verdad no les interesan, sienten en el interior de sí impulsos que  les parecen muy extraños y son movidos a realizar ciertas acciones cuya ejecución no les depara contento alguno, pero les es enteramente imposible admitirlas”.

Otras características de la personalidad obsesiva son “(…) una testarudez extraordinaria, por regla general poseedor de dotes intelectuales superiores a lo normal. Casi siempre ha conseguido una loable elevación en el plano ético, muestra una extremada conciencia moral, es correcto mas de lo habitual”

Si lo característico de la histeria era la queja, lo característico de la obsesión es la duda, se presentan como escépticos y  la duda corroe todo, hasta de lo que solemos estar más seguros, lo que desemboca en una creciente indecisión, que los paraliza convirtiéndose en una restricción de la propia libertad.

Anteriormente se hablo de la queja histérica y cómo la misma versa sobre una eterna insatisfacción, ante ésta queja, el obsesivo (por sus características estructurales) se queja, se enoja muchas veces, pero inmediatamente después trata de satisfacer esa deseo que reclama a esa queja histérica (Ejemplo: “no me querés (queréme), no te importo (demostrame que te importo)”).

Histeria y obsesión son modos de responder al deseo, el deseo en la histeria es un deseo insatisfecho y en la obsesión un deseo imposible. El obsesivo quiere a un otro que no desee y para lograrlo, puede pasarse la vida trabajando para satisfacer el deseo de una persona histérica sin lograrlo nunca, ya que no puede ver que lo que la histérica le pide, no es lo que desea. No obstante, puede continuar intentándolo infinitamente porque supone que satisfaciéndolo ya no le pedirán más nada, como si pudiera extinguirse el deseo, lo que no sucederá ya que el sujeto siempre desea, el deseo es el motor de la vida, cuando ya nada se desea, solo se desea la muerte. Por otro lado, la persona histérica cree que si su deseo es satisfecho, entonces el otro no la deseará más y algo de razón tiene, hecho que es probable si ese otro es obsesivo. Esta es la paradoja del obsesivo: cuando logra aniquilar el deseo de su partenaire también muere su propio deseo y entonces ya no desea a ese otro (pareja).

Ante esta situación hay una frustración doble: ni la persona histérica logra su ansiada satisfacción, ni la persona obsesiva puede satisfacer esta insatisfacción histérica. Es aquí donde aparecerá la falta, la imposibilidad de ambos de lidiar con esa insatisfacción que los frustra, la ardua tarea para ambos será ésta, aceptar ese imposible, aunque implique una gran herida narcisista.

"Te voy pan, quieres sal
nena nunca te voy a dar
lo que me pides...

Te doy Dios, quieres más
es que nunca comprenderás
a un pobre pibe..."- Seru Giran - Seminaire



Frases extraídas de: Sigmund Freud: "Conferencia 17: El sentido de los síntomas"

Fuente:http://diacronicomomento.blogspot.mx/2011/09/una-pareja-dispareja.html?m=1

La Personalidad Histérica


Histeria procede del griego hysteros, que significa útero.

Hoy en día, se confunde el término con el insulto. Voy a intentar esquematizar, cosa nada fácil, lo que es el verdadero término histeria. Intentaré huir de conceptos puramente psiquiátricos que harían poco inteligible el texto.

Para empezar, diré que ni siquiera los psiquiatras, psicoanalistas o psicólogos, están de acuerdo en lo que implica este término. Por otro lado, cabe diferenciar lo que es neurosis histérica, como patología, y lo que es una estructura de personalidad histérica normal.

La enfermedad (neurosis histérica) conlleva la aparición de los síntomas típicos de la somatización, cuyo estadío final más conocido son los desmayos teatrales con movimientos convulsivos, aunque hay cientos de síntomas que pueden ser reproducidos en esta enfermedad. Afecta al 1% de la población, la mayoría mujeres, con lo que su frecuencia podemos observar que es realmente alta.

Pero no es de la enfermedad de lo que hoy quiero hablar, sino de la personalidad histérica, mucho más extendida que la neurosis y también mucho más frecuente en las mujeres. Para compensar, el próximo tema a tratar será “El niño rey”, muy similar a la histeria, pero predominante en hombres.

La estructura de personalidad histérica nada tiene que ver con algo insultante, eso lo quiero dejar claro, no es mi objetivo meterme con estas mujeres, sino intentar describirlas para conocerlas y, en su caso, saber comprenderlas y tratarlas. En todo momento me expresaré en femenino, como lo haré en masculino cuando hable del niño rey, aunque eso no significa que no hayan hombres histéricos.

Origen de la histeria
Los autores no se ponen de acuerdo en este punto (ni en este ni en otros muchos), por lo que expresaré mi opinión al respecto. Por consiguiente, lo que voy a escribir no se puede tomar como algo científico ni demostrado, pues no hay un nivel de evidencia elevada. Se debe tomar como una reflexión sobre lo que he leído y conozco personalmente (un porcentaje altísimo de histéricas tienen síntomas de mi especialidad).

Como en cualquier aspecto de la personalidad, la genética debe jugar un papel importante en el “ser histérico”, pero esto no se ha comprobado. El hecho de afectar predominantemente a las mujeres, a pesar de tener los mismos condicionantes en la primera infancia que los hombres y, que esta personalidad ya se manifieste en los primero años de vida, sugieren la existencia de un mecanismo genético, que en ningún momento se debe considerar como un factor determinante sino más bien como una tendencia.

Factor emocional: la separación de la madre (o de la persona que tenga el papel maternal) en el primer año de vida, la falta de caricias, abrazos y contacto físico y de una seguridad en el entorno puede ser el origen más probable de esta patología. La angustia y pánico del bebé al verse solo, aislado y frágil, con una contínua llamada de atención mediante el llanto que no es respondida por los progenitores. Este es el inicio de las dos características sobresalientes de la personalidad histérica: la separación y el miedo a no-ser.

Características de la histeria
La nula tolerancia al abandono y el miedo a no-ser (la necesidad de ser tenida en cuenta junto al miedo al compromiso) conforman las características fundamentales de estas mujeres:
1. Dependencia emocional. Tienen una necesidad imperiosa de “colgarse de alguien”. Para conseguirlo recurren a:

2. Un impulso irrefrenable de llamar la atención. Si no lo consiguen, vendrán las tan temidas pataletas. Dependiendo del entorno en que se muevan, llamarán la atención de determinada manera: pueden ser las más religiosas o puritanas, en un determinado medio, o hipersexuales y amorales en otro. Lo que haga falta para conseguir la aceptación.

3. Su primer arma siempre es la complacencia. Intentan dar todo lo que suponen que lo demás quieren. Sólo si no lo consiguen complaciendo echarán mano del chantaje e incluso la violencia. Con los hombres son seductoras y exhibicionistas, con las mujeres, sufridoras y teatrales.

4. Percepción interesada: sólo ven lo que quieren o les interesa ver. No hacen introspección, odian mirarse a sí mismas. Actúan para atraer la atención y retenerla. Son actrices que hacen el papel que necesitan en cada momento, pero sólo son actrices, detrás del personaje no hay nada más. Esto nos lleva a otra característica:

5. Paradojas contínuas. De un gran y salvaje apego pueden pasar al más despiadado odio en la ruptura. De aparentar ser una mujer hipersexuada a ser frígida en la cama. Pero no hay una elaboración consciente. Para ella el universo es tal y como lo percibe en un momento dado y en su estado de ánimo actual. Lo que hoy es blanco, mañana es negro con la misma certeza.

6. Relación de pareja muy difícil, imposible de comprender por el compañero. Hay una necesidad enfermiza de ser amada, pero la supuesta necesidad de dotar de seguridad a la relación se ve continuamente sorprendida por una necesidad paradójica de poner a prueba continuamente esa relación. Recelan continuamente de la sinceridad del sentimiento del otro e incluso necesitan demostrar su hipocresía. Imploran y suplican depender del amor del compañero y a la vez verifican que a ese amor le falta alguna cualidad esencial. Pasan del “no puedo vivir sin ti” al “tu amor no es bueno”. Del amor más teatral al odio más vengativo. Divorciarse de una mujer histérica puede llegar a ser terrible. Muchas de las falsas denuncias de malos tratos y de los “raptos legales” de hijos proceden de mujeres así.

7. Toda histérica es inmadura. La madurez es el antídoto perfecto contra la histeria. Los adultos no pueden dedicarse a fantasías y anhelos de adolescentes sin llegar a ser progresivamente inaceptables a medida que la edad avanza.

8. Sufren más que nadie y llevan este sufrimiento más como un orgullo que como un dolor. Una madre que no sufra con sus hijos no es buena madre. No existe una mujer que no le haga sufrir su marido.

9. Suelen buscar un cierto tipo de hombre: maternales. Están siempre a su disposición, siempre la comprenden. Son fácilmente manipulables y se convierten en los voceadores de su dolor.

En resumen: cásese con una histérica y no se aburrirá jamás.


El niño rey:http://adictoalagente.blogspot.mx/2009/02/el-nino-rey.html

Fuente:http://adictoalagente.blogspot.mx/2009/02/personalidad-histerica.html

La disculpa neurótica

No pidas perdón si no vas a cambiar


Sólo hay algo peor que agredir verbal o físicamente a un niño: hacerlo a menudo. Y sólo hay algo peor que agredirlo con frecuencia: disculparnos continuamente por ello. Contra la apariencia de humildad y ánimo reparador y conciliador por parte de los adultos, las disculpas rutinarias, lejos de minimizar las heridas infantiles, sólo ayudan a agravarlas. ¿Por qué?

Los niños no quieren disculpas, sino seguridad. Amor. Su misión no es perdonar a los adultos, sino ser amados por éstos. Etcétera. Por tanto, si nuestros errores son muy ocasionales, pedirles disculpas tiene todo el sentido, ya que así les demostramos que admitimos nuestra equivocación, que nos duele el daño que les hemos causado, que deseamos repararlo, que seguimos amándolos, etc. Pero si nuestros fallos, nacidos directamente de nuestra neurosis, se repiten continuamente sin solucionarse jamás, entonces nuestras disculpas tienen un valor muy distinto. Forman parte de nuestra neurosis y son, por ello, claramente tóxicas para los niños.

Los mosquitos, al picar, inyectan un anestésico que impide a sus víctimas defenderse apropiadamente. Igualmente, la disculpa crónica sin soluciones, nacida no tanto del amor cuanto de los sentimientos de culpa del adulto, confunde y desarticula la capacidad de respuesta del niño de varias maneras. Por ejemplo:


  • la disculpa intenta engañosamente "convencer" al niño de que es más amado de lo que realmente es (pues de otro modo no sería habitualmente agredido);
  • inhibe (reprime) su legítima -y necesaria- respuesta de enfado, odio y resentimiento;
  • le hace sentirse culpable por experimentar precisamente esas reacciones tan "injustas" frente a un agresor/a tan supuestamente "bueno" e "inocente"; 
  • le desarrolla deseos antinaturales de "proteger" al adulto;
  • le crea sentimientos de desconfianza, descrédito y rebeldía frente al adulto, ya que las palabras de éste nunca van acompañadas de hechos, de cambios, de mejoras reales.


En consecuencia, las disculpas inútiles de las madres y padres neuróticos van enseñando a sus hijos que:

  • el amor es una vivencia dolorosa, frustrante y basada en "perdonar", es decir, en tragarse los errores ajenos en vez de protegerse/reaccionar adecuadamente frente a ellos; 
  • es mejor, pues, negar la realidad, sobrevalorar e idealizar a los padres;
  • es mejor, con más motivo aún que cuando no hay disculpas parentales, desconectar de la propia soledad, de las verdades íntimas, de la dignidad, de la autoestima.  Neurotizarse.


Así, una vez más y como cabía sospechar, pedir perdón en vano -lo mismo que querer perdonar compulsivamente- es un síntoma más de la neurosis individual y social. Otra faceta del Cuarto Mandamiento. Un arma más de dominio y encubrimiento de las infinitas violencias cotidianas que se perpetran contra los niños -pero también entre adultos- en los millones de hogares.

Por JOSÉ LUIS CANO GIL
Fuente:http://www.psicodinamicajlc.com/_blog/pivot/entry.php?id=355#.VNJOrtLF_Ic

martes, 3 de febrero de 2015

Blancanieves: el cuento ( Mobbing en el trabajo)

Fuente:http://acosopsicologico.blogspot.mx/2008/09/el-remobbing-contra-las-vctimas.html

En mi opinión este cuento, a pesar de su aparente sencillez, contiene sin embargo todas las grandes claves del mobbing. Por ello aparece tal cual lo transcribo aquí en mi último libro MOBBING, EL ESTADO DE LA CUESTION. TODO LO QUE SIEMPRE QUISO SABER Y NADIE LE EXPLICÓ SOBRE EL ACOSO PSICOLOGICO EN EL TRABAJO, ED Gestión 2000, tercera entrega recién publicada en Mayo de 2008, que quiere recapitular todo lo que hemos investigado acerca del mobbing en el momento actual. El cuento de Blancanieves y los siete enanitos narra lo siguiente:

Erase una vez en un país muy lejano que vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico y éste respondía:
- Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
- ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
- Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
Entró sin dudarlo. Los muebles eran pequeñísimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.
Fin.

Hasta aquí el cuento.

Blancanieves frente a su madrastra: el mobbing del narcisista contra su víctima

Resulta admirable verificar como el cuento es capaz de relatar los antecedentes habituales de todas las situaciones de acoso. El antecedente de todo mobbing es paradójicamente una relación entre acosador y víctima neutral o incluso positiva. La pretensión de presentar el mobbing como la derivación final de un conflicto no es ni por mucho la de la mayoría de los casos. El carácter incausado del acoso despista enormemente a las víctimas y sitúa al que acosa en una perspectiva que le proporciona una ventaja estratégica esencial que luego explota decisivamente en el proceso de destrucción que inicia.

Esa situación previa neutral o aparentemente de ausencia de conflicto, sin embargo contiene un potencial de riesgo que el cuento desvela.

El cuento ofrece las características previas, no de las víctimas (que es donde no se pueden encontrar nunca; y por ello son vanos los intentos de buscar una especie de perfil previo de las víctimas) sino de la acosadora. La madrastra según nos informa el cuento es efectivamente una persona vanidosa.

Alguien que se mira constantemente en un espejo para saberse hermosa. Alguien que se compara. Por tanto no necesita solo sentirse hermosa sino la única que lo es en su entorno. Esta resulta ser una descripción casi técnica de lo que los psicólogos denominamos una personalidad narcisista. Lo que mi colega la psicoanalista francesa Marie France Hirigoyen denomina un “perverso narcisista.”

La madrastra no es más que una falsa madre. Alguien que en apariencia aprecia, pero en realidad no quiere en absoluto a Blancanieves. Su narcisismo muy pronto la va a situar en una posición de rivalidad respecto a Blancanieves. La envidia y los celos, elementos centrales en todos los procesos de acoso psicológico, convertirán a Blancanieves en objetivo o target del acoso. Se convierte a la víctima inocente de toda causa para serlo, en una rival a batir o en un obstáculo a eliminar para poder mantener la ficción básica de la que vive todo narcisista que se precie: la ficción de su carácter único e inigualable. 

La persecución contra todas las Blancanieves de este mundo suele ser decretada desde el momento preciso en que estas restan, ( amenudo sin saberlo y menos aun pretenderlo) el protagonismo o el carácter único de las madrastras. Este proceso de indiferenciación de las víctimas respecto a sus agresores resulta esencial para entender el núcleo central de todos los procesos de acoso.

En la medida en que la víctima se acerca al status real o ficticio que el agresor pretende tener o mantener respecto a ella, esta comienza a ser percibida como amenazante.

En la vida real vivimos en una sociedad que técnicamente nos convierte a todos en potenciales narcisistas, esto es, en personas que reivindican y pretenden para si mismas en exclusiva un carácter único e inigualable como fuente de la satisfacción y del bienestar psicológico interno.

La falta de autoestima de la mayoría de niños, jóvenes y adultos es algo que va incluido en una programación social dominante que condena a todos desde pequeños a ingresar en el infierno de la comparación con los demás y al intento de que estos no nos igualen y aun menos nos superen. Una sociedad llena de personas tan individualistas como competitivas es el resultado de la rivalidad y de la exacerbación de la envidia propia del narcisismo compartido a escala universal.

A medida que el discípulo se acerca al maestro, la hijastra a la madrastra, el subordinado al jefe , la esposa al esposo, crece la indiferenciación y por lo tanto se incrementa la probabilidad de que se desencadene el proceso que va a convertir a los primeros en el blanco de la animadversión y del intento de eliminación de los segundos.

Obsérvese el modo genial con que el cuento de Blancanieves relata un proceso central en el desencadenamiento de todo mobbing contra alguien: el sufrimiento psíquico de un narcisista que procede de la sistemática comparación con todos cuantos otros individuos pululan a su alrededor.

La madrastra que se mira en su espejo mágico busca en los demás el espejo que requiere para que le devuelva una imagen inmejorable que pretende reflejar para cubrir y compensar exteriormente su baja autoestima.

Es así como se manifiestan ante el mundo entero como hipersensibles a toda crítica, a todo cuestionamiento por parte de quienes los rodean. Como todos los narcisistas busca la adulación, el peloteo, la coba fina... Pero cuanto más halagos reciben peor se sienten pues no llegan jamás a compensar la fuente de su malestar que no es sino los sentimientos profundos de inadecuación que les corroen por dentro.

Algo que las víctimas de mobbing perciben una y otra vez como un rasgo o característica central de sus acosadores es que estos se hallan continuamente pendientes del espejo social, de quedar bien, especialmente ante los superiores, de epatar a los demás, de obnubilarlos con sus palabras o la falsa seguridad que proyectan. Todo con tal que se les devuelva la ración cotidiana de droga que reclaman sus pobres yoes disminuidos.

La crisis típica que desencadena el proceso victimario se precipita tanto en el cuento como en la realidad de los casos de mobbing en el preciso momento en que la madrastra (el acosador) cae en la cuenta de que hay alguien cerca que le puede hacer sombra. Es decir alguien que ha crecido, ha hecho las cosas bien, ha sido felicitado, ha obtenido un buen resultado... Alguien cuya mera presencia (simplemente el estar ahi, ser quien es, ser como es) le garantiza un rosario sin fin de miseria emocional.

Blancanieves como víctima: no es lo que haces, es lo que eres

Es un hecho que despista enormemente a las víctimas constatar que no es lo que hacen o lo que han hecho en su trabajo (siempre mal por cierto) sino el hecho de “ser como son” lo que desencadena las iras del acosador. Un perfil habitualmente favorecedor en forma de éxito personal o profesional de la víctima suele llevar a esta a no comprender nada de lo que le ocurre. Creyendo y esperando el premio o las buenas consecuencias por lo que han conseguido alcanzar o lograr, a las víctimas se les proporciona a cambio uno de los más terribles castigos que se puede ofrecer a las víctimas (el mobbing).

Es precisamente lo que de positivo tiene la víctima lo que va a convertirla en amenazante. No en abstracto sino para toda aquella madrastra cuyo narcisismo le hace vivir ese factor positivo como amenazante por ser fuente de un malestar interno. La madrastra (el acosador narcisista) se adelanta al detectar y percibir muy rápidamente el carácter favorecedor que amenaza un Yo muy frágilmente construido sobre la ficción del espejo siempre quebradizo que es la opinión de los demás.

Esa amenaza para el acosador se materializa en un profundo y pervasivo sentimiento de envidia que siente respecto a su víctima. El origen de todo el proceso radica en la respuesta de la madrastra ante la mala noticia que le proporciona el espejo social: “ya no eres la más hermosa. Lo es Blancanieves ”.

Esto explica que con el tiempo en torno a los acosadores se repitan los casos con diferentes víctimas y en diferentes épocas (los que yo he denominado en mis libros cadáveres en el armario).


Blancanieves y la técnica preferida de los acosadores: arrancar el corazón

El arquetipo de toda envidia se encuentra en la etimología de la misma palabra . ENVIDIA, de “ in vidia”, del latín “In Videre”: no ver.

El hecho de que alrededor de las madrastras de nuestro mundo laboral existan siempre algunas blancanieves de turno, es una mala noticia para las primeras pues desencadena profundos sentimientos de envidia.

Para eliminar los sentimientos de malestar, será necesario eliminar a la persona que presenta las características favorecedoras, muy especialmente si coinciden con las que son una carencia flagrante y evidente en la madrastra. Ello se hará mediante la tecnología limpia y que no parece lo que en realidad es del mobbing. No debe parecer que quien acosa lo hace motivado por los celos, la rivalidad o la envidia.

Todo deberá hacerse con apariencia de algo moral y éticamente aceptable. Se requerirá una técnica específica que se mantenga oculta a los ojos incluso de quienes participan en ella activamente y en plena buena fe, pensando que hacen algo racional o correcto desde el punto de vista de la ética.

El cuento establece una diferenciación muy clara entre el rol del instigador (madrastra) y el rol de quien frecuentemente ejecuta las acciones de castigo ordenadas o sugeridas por este, es decir el que finalmente acosa o maltrata (el cazador= el que caza a la víctima).

Este a veces no es más que un mandado que ni siquiera advierte el proceso de manipulación y de contagio en el que ha caído y se encuentra inmerso.

La técnica básica de todo proceso de acoso que consiste en maltratar, hostigar, castigar, criticar, acusar viene muy bien reflejada en el resumen que hace el propio cuento: su objetivo es “Arrancarle el corazón a la víctima y ponerlo en un cofre” , es decir arrancarle su capacidad afectiva y emocional destruyéndola. Su capacidad de amar, disfrutar, pasarlo bien, es decir de su capacidad de felicidad. Eso es lo que principalmente molesta a los acosadores de sus víctimas. La exhibición ostentosa de una vida emocional sana, alegre y feliz de las víctimas recuerdan a los acosadores la propia y miserable vida emocional que arrastran.

La felicidad del otro es lo primero que busca arrancarle a su víctima quien acosa. Arrancarle el corazón a alguien es una inmejorable metáfora de lo que el proceso de acoso ocasiona en las víctimas. Llámese anhedonia, disminución de la autoestima, generación de inseguridad personal, embatamiento afectivo, disminución de la vida sexual y de pareja... Todos ellos son los efectos desgraciados del acoso psicologico en forma de destrucción psicológica y emocional.


Blancanieves y el psicoterror. De dónde viene la ayuda a las víctimas

Prosigue el cuento narrando los tres síntomas nucleares de ese daño en las víctimas cuando dice que : “Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró.” La tríada terrible de la soledad, el terror (psicoterror es otra de las denominaciones del mobbing) y la depresión o distimia (el llanto y la tristeza).

A continuación el cuento narra la expulsión y la salida de la víctima que va vagando sola y abandonada por el bosque. Paradójicamente nadie de la propia ciudad, el palacio o sus alrededores va a prestar ayuda a Blancanieves. Todo lo más, algunos como el cazador arrepentido simularán “que la matan” para no hacerlo en ultima instancia y burlar así a la madrastra.

Quienes ayudan a la víctima serán siempre, según el cuento, quienes se encuentran ya a su vez fuera del sistema, tan marginados o excluidos de este como la víctima, y tan apestados como ella a nivel social. Aquellos que se ven obligados a vivir en medio del bosque (con las fieras y las alimañas) debido al rechazo social que su “deformidad” y diferencia respecto los demás (enanos) suscita en los que son “normales”. Los enanitos del cuento representan en realidad la estigmatización, el rechazo y la exclusión que nos aguarda cuando seamos mayores, es decir una sociedad que está construida sobre los basamentos de la exclusión y la persecución de los desviantes. Los que ayudan a la víctima no son esos seres simpáticos y bonachones que nos hacen a todos gracia y que Disney ha sabido magistralmente camuflar presentadolos de forma políticamente correcta a los niños. Quienes son solidarios con Blancanieves van a ser los bufones, los que nos hacen reir, los objetos de nuestras burlas, de nuestros chistes, del público escarnio. Son aquellos seres deformes, que, apartados y abandonados por los demás, se han de dedicar a las profesiones que nadie quiere. Las profesiones que la sociedad asigna a los apestados y marginados sociales, representadas en el cuento por la minería, ( y no de joyas preciosas por cierto).

Dicho de otro modo, lo que el cuento nos traslada es la necesaria advertencia a las víctimas de que nadie espere en serio ayuda ante el mobbing desde dentro del propio sistema en que este se ha producido.

La huida (salida) de Blancanieves produce la única posibilidad de ayuda para la víctima. Una solidaridad que no puede proceder sino de otros chivos expiatorios como ella misma, que, al igual que ella, se encuentran en la periferia del sistema y de la estructura. Nadie que no sea otra víctima cono ella, será capaz de entender y comprender y por lo tanto acoger la verdad que Blancanieves representa: la verdad cruda e intolerable de la inocencia técnica de las víctimas.

El remobbing contra las víctimas

El cuento nos advierte del proceso continuado que garantiza el eterno retorno del proceso victimario contra Blancanieves u otras que representen el mismo potencial de amenenaza que ella en el entorno de los mismos acosadores. La madrastra vuelve una y otra vez a encontrar que las diferencias entre ella y las demás Blancanieves que existen en su entorno se van atenuando. Le lleva a ello su naricisimo.

La reina vuelve a preguntar al espejo:
“- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...”

Por ello no se conforma tan solo con la salida de Blancanieves de su entorno. Es necesario eliminarla definitvamente de la circulación. De ahí que el remobbing o persecución ulterior, más allá de la propia salida de la víctima de la organización es un patrón constante en los casos de mobbing. No importa lo lejos que la víctima haya sido expulsada, esta sigue siendo allá donde se encuentre un potencial de amenaza para el hostigador. Es necesario acabar con ella como sea.

Lo que el cuento describe a continuación es la receta milagrosa que opera el daño más oculto e invisible en el mobbing. Algo que le llevó a Heinz Leymann, padre fundador y pionero de la investigación y divulgación del mobbing a escala mundial a afirmar que el el acoso psicológico constituye un verdadero asesinato silencioso que no deja huella aparente y que debido a ello permite la impunidad a quien lo perpetra. El cuento explica el proceso técnico y típico de camuflaje del acosador que se presenta frecuentemente bajo el disfraz psicológico de alguien que nunca es: una persona aparentemente bondadosa, apacible, moralmente intachable, incluso interesado en hacer el bien a su víctima. Alguien a quien el cuento representa como una venerable e indefensa anciana.

El proceso de acoso reviste entonces la apariencia de un bien: una apetitosa manzana. La manzana que, desde la Biblia, representa en nuestra cultura occidental la culpabilidad. Una vez que la víctima muerde el anzuelo de la culpabilidad, dice el cuento cae paralizada. La parálisis típica ante el acoso procede del modo terrible en el que el que acosa bajo apariencia de buen hacer le lleva a su víctima a internalizar o introyectar la culpabilidad. Algo que necesita y le viene muy bien pues una víctima paralizada por la culpabilidad (como muerta dice el cuento de Blancanieves) es alguien al que resulta más fácil victimizar con muy poco riesgo de retaliación para el que acosa. Por ello ese empeño casi obsesivo en todos los maltratadores y en todas las formas de maltrato de imputarles a sus víctimas el ser la causa de los propios males que sufren. La culpabilidad, haciéndolas merecedoras del castigo y del acoso las vuelve inocuas para los maltratadores.

El estrés postraumático entre las víctimas: la manzana atravesada en la garganta.

El proceso psíquico correlativo del acoso ejecutado bajo apariencia de un bien para la víctima provoca en esta la aparición de un cuadro de Estrés Postraumático.También este moderno y todavía mal conocido síndrome que aqueja a las víctimas del mobbing aparece descrito magistralmente por la sabiduría popular derivada del cuento de Blancanieves.

Técnicamente hablando la mejor forma de explicar a alguien sin formación técnica en Psicología lo que es un Síndrome de Estrés Postraumático es un cúmulo de recuerdos de experiencias traumáticas que la víctima no ha podido encajar y que, atravesadas en la mente (como el trozo de manzana) producen todo tipo de interferencias y deja a las víctimas como muertas (los enanitos creyeron que había muerto).

El cuento finaliza dando la clave de cómo solamente la recuperación terapéutica en la esfera psíquica a través de la autoestima, representada por el beso del príncipe, es capaz de liberar a la víctima de esa especie de sueño en que le ha inmerso en encantamiento del mobbing.

Todos este cuento magistral ilustra como pocas cosas de una forma completa y sencilla la mayor parte de los procesos y fenómenos extraños que aparecen en torno a los casos de mobbing.
Al final del cuento, me viene una reflexión en torno a los centenares de víctimas de mobbing que he atendido en los últimos años.

De todas ellas, puede decirse la misma verdad técnica que el cuento revela. Y esa verdad es que todos ellos fueron víctimas de un proceso que pretendía convertirlos a todos en culpables y merecedores del castigo que recibían. Sin embargo, tal y como Leymann supo reconocer desde el principio, tal versión es mítica. La verdad que revela Blancanieves es que ella es inocente y que son culpables y responsables todos cuantos pretenden acallar la verdad incómoda y políticamente incorrecta que significa su belleza, honradez o intachabilidad. Tal es el valor moral del cuento que hemos analizado, frente al mito que a diario representan nuestras instituciones, tan bien pensantes de si mismas, como victimizadoras de sus chivos expiatorios.